05 agosto 2010

Le Cucine Mandarosso – ¿Manda rosso? ¡Manda cojones!

Parece un pez que se muerde la cola, lo de la restauración en Barcelona; ¿no les parece? 
Porque si bien la competencia es brutal y despiadada, y las miserias de la crisis acucian sobre el ciudadano (local o forano, que la crisis es global) aumentando su nivel de exigencia de un buen equilibrio entre calidad y precio; aún hay propuestas que por su total y absoluta falta de profesionalidad, y la deficiencia de su servicio, echan por tierra eso de que la recesión es revulsivo para el replanteamiento de los negocios, y su consecuente mejora. 
Prueba fehaciente de este proceso tan contradictorio, es Le Cucine Mandarosso, un recientemente inaugurado restaurante italiano que, tras una pátina de modernidad juvenil, dinámica y enrollada, y con una propuesta gastronómica a priori interesante, ofrece un servicio digno de budspenceriana hostiaca en to’l jeto.
En Le Cucine Mandarosso se encontrarán sorpresas tan agradables como que, tras haber reservado con antelación,  Ud. y sus sufridos comensales tengan como única alternativa para comer un solo tipo de pasta (ni carne, ni entrantes, ni ensaladas, ni nada de nada más).
Por ejemplo, y ya entrando en lo autobiográfico, se pueden encontrar con que sólo pueden pedir un plato de ñoquis de trigo (eso sí, con diferentes salsas, a elegir), a finales de julio, con un calor de 35ºC en la calle. O eso, o la puta calle. Uds. verán.
¡Pero ojo! No se les ocurra pedir explicaciones. Eso no. Porque si osan, una displicente camarera, con cara de estreñimiento galopante, les va a meter bronca. Sí, como lo oyen: Ellos son tan guays, con su página web en italiano pese a ser un establecimiento de Barcelona, que se permiten servir lo que les da la gana, y tratar al/la respetable como si de ganado agropecuario se tratara.
Afortunadamente, Barcelona goza de una considerable cantidad de restaurantes italianos de calidad, donde -además de un buen equilibrio entre calidad y precio en la comida- el público goza de un servicio que oscila entre lo tolerable y lo superlativo.
Así que ya saben, a veces más vale ampararse en la seguridad de lo bueno conocido que saborear la novedad de lo triste-tirando-a-patético por conocer.
Sara Ramos y Alberto Valle

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